La alimentación en la menopausia es una de las herramientas clave para cuidarte en esta nueva etapa.
Hay un momento —a veces silencioso, otras muy evidente— en el que notas que algo está cambiando. Tal vez duermes peor sin saber por qué, sientes el cuerpo más cansado o la digestión ya no responde como antes. No es que te estés «haciendo mayor», es que estás entrando en una nueva etapa.
La perimenopausia y la menopausia no son una enfermedad, pero sí pueden venir acompañadas de un torbellino de síntomas físicos y emocionales. Y es muy común sentirse un poco perdida. En consulta lo veo a diario: mujeres que llegan buscando equilibrio, energía y, sobre todo, entender lo que les está pasando.
En este contexto, la alimentación en la menopausia deja de ser solo una cuestión de peso o calorías y se convierte en una herramienta real de cuidado. No hablo de restricciones rígidas, sino de comer con consciencia, en función de cómo te quieres sentir. Con pequeños cambios, puedes aliviar síntomas, regular tus hormonas y habitar esta etapa con más energía y serenidad.
Comer para calmar la inflamación
Durante la perimenopausia y la menopausia, el cuerpo atraviesa una serie de cambios hormonales que afectan a casi todos los sistemas. Uno de los más relevantes —y menos conocidos— es el aumento de la inflamación de bajo grado, un tipo de inflamación silenciosa, persistente y sin síntomas claros, pero que puede estar detrás de muchas molestias.
Esto ocurre en parte por la caída de los estrógenos, que tienen un efecto antiinflamatorio natural. Al disminuir, el sistema inmunitario tiende a activarse más de lo necesario, afectando al metabolismo, al sistema nervioso y a la microbiota intestinal. Esto puede favorecer síntomas como los sofocos, el insomnio, la niebla mental, la fatiga crónica o la resistencia a perder grasa abdominal.
Aquí es donde una alimentación antiinflamatoria se vuelve clave: no para “curar” nada, sino para acompañar estos cambios desde la raíz, aportando al cuerpo lo que necesita para autorregularse con más facilidad.
Durante esta etapa, el cuerpo tiende a un estado de inflamación de bajo grado. Esto puede intensificar síntomas como los sofocos, la fatiga o la retención de líquidos. Una dieta antiinflamatoria puede ayudarnos a equilibrar el sistema inmunitario, modular el metabolismo hormonal y cuidar la microbiota intestinal.
✅ ¿Qué alimentos te ayudan?
- Verduras de hoja verde y crucíferas (espinacas, kale, brócoli, coliflor): favorecen la eliminación de estrógenos por el hígado y modulan la inflamación.
- Frutas con bajo índice glucémico (frutos rojos, manzana, pera): antioxidantes, regulan el azúcar en sangre y nutren tu microbiota.
- Grasas saludables (aguacate, aceite de oliva virgen extra, semillas de lino o chía): clave para mantener tus hormonas y tu piel en equilibrio.
- Proteínas de calidad (pescado azul, huevos ecológicos, legumbres bien cocidas): esenciales para preservar masa muscular y regular el apetito.
- Especias antiinflamatorias (cúrcuma, jengibre, canela): ayudan a calmar el sistema inmune y a reducir el dolor articular o la hinchazón.
❌ ¿Qué conviene reducir?
- Ultraprocesados, lácteos convencionales y harinas refinadas: alteran la microbiota e inflaman silenciosamente.
- Azúcar y edulcorantes artificiales: desregulan el sistema hormonal y empeoran la sensibilidad a la insulina.
- Alcohol y exceso de cafeína: aumentan los sofocos, el insomnio y la ansiedad.
Nutrientes que sostienen tu equilibrio
Durante la menopausia, ciertos micronutrientes cobran un protagonismo especial porque son clave para mantener el equilibrio del cuerpo y la mente. Estos nutrientes ayudan a fortalecer los huesos, proteger el sistema inmunitario, apoyar el bienestar emocional y regular las funciones hormonales. Aunque se necesitan en pequeñas cantidades, su presencia adecuada es fundamental para que te sientas con energía, calma y vitalidad día a día. Por eso, prestar atención a qué micronutrientes no pueden faltar en tu alimentación es un paso esencial para cuidarte de forma natural y efectiva.
Vitamina D: Esencial para la salud ósea, ayuda a la absorción del calcio, fortalece el sistema inmunitario y contribuye al equilibrio del estado de ánimo. Se encuentra en pescados azules, yema de huevo y setas. En muchos casos, puede ser necesaria la suplementación.
Calcio y vitamina K2: El calcio es fundamental no solo para fortalecer los huesos, también es clave para la función muscular y una buena transmisión neuromuscular. Pero necesita de la vitamina K2 para fijarse bien y no acumularse donde no toca. Se encuentra en alimentos como quesos curados o yema de huevo. Además de los lácteos, el calcio abunda en el brócoli, kale, semillas de chía y sésamo, almendras y alubias blancas. aqui
Magnesio: Favorece la relajación del sistema nervioso y mejora la calidad del sueño. También participa en la función muscular y el metabolismo energético. Fuentes recomendadas: almendras, semillas y cacao puro.
Zinc y selenio: Potentes antioxidantes que protegen las células y apoyan el equilibrio hormonal. Además, juegan un papel importante en la función tiroidea. Se encuentran en mariscos, nueces de Brasil, legumbres y cereales integrales.
Vitamina B6: Ayuda a estabilizar el ánimo y el sistema nervioso, además de participar en el metabolismo de proteínas y la producción de neurotransmisores. Se halla en garbanzos, plátano y aguacate.
Vitamina E: Antioxidante que protege las células del estrés oxidativo y puede ayudar a reducir algunos síntomas asociados a la menopausia. Presente en aceites vegetales, frutos secos y semillas.
Hierro: Fundamental para combatir la fatiga y mantener los niveles de energía. En fuentes vegetales como remolacha y lentejas, es importante combinarlo con alimentos ricos en vitamina C para mejorar su absorción.
Fitoestrógenos en la alimentación en la menopausia
La naturaleza nos ofrece recursos valiosos para acompañar los cambios hormonales de forma respetuosa y eficaz. Algunos alimentos vegetales contienen compuestos llamados fitoestrógenos, que actúan de manera similar a los estrógenos naturales del cuerpo, pero con una acción mucho más suave. Incluirlos en tu alimentación diaria puede ayudarte a aliviar síntomas como sofocos, irritabilidad, insomnio o alteraciones del ciclo, además de proteger tu salud ósea, cardiovascular y emocional.
✅ Alimentos que apoyan tu equilibrio hormonal
- Semillas de lino: ricas en lignanos, actúan como estrógenos suaves. Lo ideal es consumirlas molidas.
- Soja y sus derivados (tofu, tempeh, bebida vegetal): contienen isoflavonas que ayudan a reducir sofocos e irritabilidad.
- Sésamo (y tahini): fuente vegetal de calcio y lignanos; protege huesos y hormonas.
- Alfalfa germinada: suave efecto fitoestrogénico, perfecta en ensaladas.
- Frutos secos, especialmente almendras y avellanas: combinan grasas buenas con fitoestrógenos suaves.
- Crucíferas como el brócoli, la col o el repollo: no son fitoestrógenos directos, pero modulan el metabolismo del estrógeno.
- Garbanzos y lentejas: aportan proteínas, fibra y fitoestrógenos naturales.
✅ Infusiones aliadas para esta etapa
- Trébol rojo: muy utilizado por su contenido en isoflavonas.
- Salvia: reduce sofocos y regula la temperatura corporal.
- Lúpulo: efecto calmante y equilibrante; ideal por la noche.
- Hinojo: digestiva y armonizante a nivel hormonal.
- Alfalfa: remineralizante con acción suave sobre el sistema endocrino.
Como ves, pequeños gestos en tu alimentación pueden marcar una gran diferencia en tu bienestar hormonal. Incluir alimentos con acción fitoestrogénica es una estrategia sencilla, natural y sin efectos secundarios para apoyar esta etapa desde dentro. Eso sí, si estás tomando medicación hormonal, tienes antecedentes hormonales complejos o alguna condición específica, consulta siempre con un profesional antes de incorporar estos alimentos o infusiones de forma regular.

¿Que dice tu cuerpo?
Cada síntoma que experimentas es una señal que tu cuerpo te envía para decirte qué necesita. No se trata solo de “aguantar” o esperar a que pase, sino de escuchar y responder con los alimentos adecuados. En esta etapa, incorporar ciertos nutrientes puede marcar la diferencia para aliviar molestias y recuperar el equilibrio.
- Sofocos y sudores nocturnos: omega-3 (nueces, lino, pescado azul), infusión de salvia, reducir alcohol y ultraprocesados.
- Cambios de humor y ansiedad: avena integral, semillas, alimentos ricos en triptófano (pavo, garbanzos, tofu), magnesio (semillas de calabaza, almendras)
- Fatiga persistente: Hierro (legumbres, sésamo) + vitamina C (pimiento, perejil, cítricos). Energía sostenida: quinoa, arroz integral.
- Hinchazón abdominal y digestiones lentas: alimentos fermentados (chucrut, kombucha), jengibre fresco y semillas de hinojo.
Ejercicio en la menopausia: el otro pilar imprescindible
Mover el cuerpo en esta etapa no es solo una cuestión estética, es una herramienta de salud integral. El ejercicio no solo ayuda a conservar masa muscular y fortalecer los huesos, sino que también mejora el estado de ánimo, regula el sistema nervioso y equilibra el entorno hormonal. Es, en muchos sentidos, un tratamiento natural para los síntomas más comunes de la perimenopausia y la menopausia.
El movimiento también reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, que tiende a estar más elevada en esta etapa y que puede interferir con el sueño, el metabolismo, la memoria o incluso la ganancia de peso abdominal. Cuando te mueves, no solo trabajas tu cuerpo: también calmas tu mente.
✅ Entrenamiento de fuerza (2-3 veces por semana): tu seguro muscular
La fuerza es clave en esta etapa. A partir de los 40 años, empezamos a perder masa muscular de forma progresiva, y en la menopausia este proceso se acelera. A esto se le llama sarcopenia, y sus efectos van más allá de la fuerza física: afecta directamente al metabolismo, al control de la glucosa, a la movilidad y al equilibrio hormonal.
Incorporar ejercicios de fuerza —con tu propio peso corporal, bandas elásticas, mancuernas o máquinas— al menos dos o tres veces por semana es una forma efectiva de mantener el músculo activo, estimular la producción de colágeno, fortalecer articulaciones y mejorar la sensibilidad a la insulina. No necesitas pasar horas en el gimnasio ni levantar grandes cargas: lo importante es la constancia y que tu rutina esté adaptada a tu cuerpo y tu momento vital.
¿Cómo puedes prevenir y revertir la sarcopenia?
- Aporte proteico suficiente: entre 1,4 y 1,8 g por kilo de peso corporal al día, idealmente repartido entre las comidas principales para maximizar su aprovechamiento.
- Leucina: este aminoácido esencial actúa como interruptor para activar la síntesis muscular. Lo encontramos en huevos, tempeh, garbanzos, lentejas, tofu y algunas proteínas vegetales completas.
- Omega-3 (EPA y DHA): no solo combaten la inflamación, también potencian la respuesta anabólica del músculo, sobre todo en combinación con entrenamiento.
- Vitamina D y magnesio: ambas son fundamentales para mantener la contracción muscular, la salud ósea y el metabolismo energético.
- Calcio y vitamina K2 (mención breve): ayudan a mantener huesos fuertes y colaboran de forma indirecta con la salud muscular, sobre todo al facilitar una buena contracción y mineralización.
- Ejercicio de fuerza regular: el estímulo muscular es insustituible. Sin entrenamiento, incluso con buena alimentación, el músculo no se mantiene.
Un día nutritivo y consciente
Alimentarse bien en esta etapa no es solo cuestión de “comer sano”: muchas veces, incluso con una alimentación equilibrada, es fácil quedarse corta de proteína sin darte cuenta. Y cuando eso pasa, el cuerpo lo nota: menos energía, más dificultad para mantener el peso, y pérdida progresiva de masa muscular.
Por eso, he preparado este ejemplo de menú proteico y antiinflamatorio, pensado específicamente para cubrir las necesidades reales de una mujer en menopausia. Una propuesta sencilla, nutritiva y práctica, para que te inspires y veas que sí es posible cuidar tu cuerpo sin complicarte demasiado.

✅ Cardio suave y regular: movimiento que oxigena cuerpo y mente
Caminar a paso ligero, montar en bici, nadar o bailar son formas amables y sostenidas de mover el cuerpo que ayudan a cuidar la salud cardiovascular, reducir la inflamación y mejorar la oxigenación de los tejidos. Este tipo de ejercicio también favorece la liberación de endorfinas, regula el ánimo y ayuda a soltar la tensión acumulada, sobre todo cuando se practica al aire libre y con conciencia.
El cardio moderado, lejos de agotarte, puede ser una fuente diaria de energía y bienestar. Es una forma de reconectar contigo misma, de sentirte ágil, viva y en movimiento sin caer en la exigencia.
✅ Descanso y gestión del estrés: el entrenamiento invisible
Dormir bien y tener espacios de pausa es tan importante como entrenar. Sin un descanso reparador, el cuerpo no regenera, las hormonas no se regulan adecuadamente y el músculo no se recupera. A veces, la falta de resultados no viene por lo que haces, sino por lo que no dejas que el cuerpo haga: parar, digerir, reparar.
Incluir prácticas que bajen revoluciones —como la respiración consciente, el yoga, los paseos lentos o simplemente desconectar del móvil por la noche— es parte del cuidado integral en esta etapa.
El movimiento es clave en esta etapa. No solo ayuda a preservar músculo y hueso, sino también a equilibrar el sistema nervioso, reducir el cortisol y mejorar el estado de ánimo.
Priorizarte es el mejor regalo que puedes darte
Cada mujer es un mundo, con necesidades y ritmos únicos. Por eso, lo más importante es un enfoque personalizado que cuide tu cuerpo y tu bienestar desde la raíz.
Dos pilares fundamentales marcan la diferencia: una alimentación consciente, adaptada a esta nueva etapa, y un movimiento que te conecte contigo misma, con respeto y regularidad.
Si sientes que ha llegado el momento de escucharte, de cuidarte de verdad y con cariño, estaré aquí para acompañarte en este camino.
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